Hace ya algunos cuantos años – como unos 2.125 – un gran filósofo romano que más tarde se convertiría en Cónsul de Roma hablaba de la agricultura como “la profesión propia del sabio, la más adecuada al sencillo y la ocupación más digna para todo hombre libre”. Esta frase, que seguramente hayáis visto estampada en la fachada de algunas casas de zonas rurales o agrícolas, pertenece al gran Marco Tulio Cicerón. Ya en tiempos de Roma, imperio levantado por los más grandes pensadores y hombres de ley, se hablaba de la agricultura como la profesión de los hombres sabios, de los sencillos, de los hombres libres. Y no podía ser de otra manera, cualquier otra cosa hubiera sido no entrar en el más profundo origen de la agricultura: la libertad.
Aunque palabras como “libertad” o visiones filosóficas dentro del discurso agrícola habitual pueda sonar extraño o incluso sin sentido, déjame decirte que la filosofía y la agricultura han crecido de la mano y en muchas ocasiones sería difícil justificar el desarrollo de una sin la otra y de la otra sin la una. En línea con esto, cabe destacar que entre las corrientes modernas más destacadas que une filosofía y agricultura se encuentra “la filosofía de la agricultura”.
Entre los más destacados filósofos de la agricultura cabe destacar a Aldo Leopold como desarrollador principal de la ética ambiental. La filósofa india, Vandana Shiva, como máximo exponente del ecofeminismo junto a la creadora del término, Françoise d’Eaubonne. Wendell Berry escritor y activista agroecológico, el italiano Carlo Petrini y el movimiento Slow Food… Un sinfín de filósofos, intelectuales y escritores que aportaron cambio a las visiones establecidas en la agricultura y en general, en la sociedad de su época.